Todos los memes que te envié
La tecnología como vínculo. Nostalgia, el trauma y el duelo en la era digital. Un ensayo de Alicia Santurde Gómez.
En 2020, durante la pandemia del COVID-19, estuve apuntada a un curso de filosofía online, allí acudía con una amiga que además era la coordinadora y administraba parte del contenido del curso. Durante ese tiempo mi amiga comenzó a intimar con una de las compañeras. Al principio, conversaban a través del propio chat de la aplicación de videollamada, más tarde intercambiaron los teléfonos y se wasapeaban con frecuencia. Se sentían atraídas la una por la otra, aunque, por las circunstancias que vivíamos todos, no habían podido conocerse en persona a pesar de vivir a escasos kilómetros de distancia.
Pasado el confinamiento más estricto, y dado que las charlas entre ellas continuaban y la atracción era latente, decidieron quedar y conocerse en persona. En ese momento, mi amiga se percató de que la química que parecían tener en sus conversaciones online no fluía en persona, dejaron de tener citas y de hablar con tanta frecuencia, aunque mantuvieron la amistad.
Sin embargo, la otra mujer, sí que sintió que aquella relación podía progresar y había desarrollado sentimientos más fuertes. Aunque aceptó con resignación y de buen grado la decisión de mi amiga, quedó pasando un duelo sentimental de muy difícil gestión, ya que, al haberse desarrollado toda su relación dentro del entorno digital, ese duelo, esa añoranza de comunicación, atención y presencia ocupaba todos los espacios físicos de su vida diaria.
Durante un tiempo observamos cómo la aplicación de videollamada nos enviaba notificaciones de que esa persona se había conectado a horarios en los que no se impartía el curso. Al principio, pensamos que era una coincidencia, que se trataba de una conexión fortuita en el ordenador o en el teléfono, pero según pasaban los días nos dimos cuenta de que no. Era algo totalmente intencionado, esa persona se conectaba al espacio vacío y de la pantalla negra, al Black Mirror, para recordar aquellos momentos que había compartido en ese inicio de ese casi algo que tuvo con mi amiga.
En A fairground´s painted swings1, Mark Fisher habla de la letanía de los afectos perdidos y de cómo en la canción del mismo nombre de Brian Ferry la amante aparece como una serie de ausencias:
La presencia física y psíquica de la amante se requiere solo en cuanto es lo que permite que la reunión de afectos tenga un aparente centro coherente. Pero, al final, la amante es solo eso: el espacio, la tela, en la que el collage de memorias y asociaciones puede ser dispuesto.
Pero ¿qué sucede cuando esos espacios de nostalgia amorosa lo ocupan todo? Ya no se puede acudir a un mirador marítimo o estremecerse ante la sorpresa de una canción en la radio. Cuando las comunicaciones y espacios compartidos han sido a través del entorno digital, todos los espacios de tu rutina física—y también digital, con la lectura que hace de ti el algoritmo—sienten la presencia diaria de esa persona que te acompañó durante ese periodo, desde la mesa del desayuno con su Buenos días por la mañana hasta el intercambio de memes o el sexting en el espacio que pertenece al baño.
En este caso, la nostalgia que estaba experimentando esa persona era un duelo clásico de ruptura sentimental. Con la diferencia de que el teléfono móvil por donde se comunicaban y compartían fotos, canciones y artículos, y sus aplicaciones de mensajería donde entablaron la relación —y dependencia— la acompañaba a todas partes y con ello, el duelo.
En la película Her, de Spike Jonze, protagonizada por Joaquín Phoenix, el protagonista entabla una relación sexoafectiva con una IA creada ad hoc para el usuario, lo que provoca un enamoramiento por parte de este y una desilusión posterior —spoilers—al darse cuenta de que era una relación ficticia que le provocaba unas sensaciones y endorfinas que habían sido creadas de manera artificial solo para él. ¿Acaso no es eso lo que hace el amor en cada una de las personas?
La cuestión, y en lo que resulta anticuada hoy en día esta referencia, es que el protagonista interpretado por Phoenix tenía citas por toda la ciudad con su dispositivo digital («el móvil era su novia», por decirlo de alguna manera) y acudían al acuario, a restaurantes y a hacer pícnics en el parque. En una relación establecida de forma digital actualmente esto no funciona así, aunque las videollamadas y video mensajes ocupan los espacios de ocio no compartidos, la necesidad de comunicación y atención está asociada al espacio cotidiano de los usuarios. Su habitación, su casa, su baño, su trabajo, genera recuerdos y activaciones cerebrales en espacios donde en cualquier otro tipo de relación sexoafectiva no se generarían dichas activaciones y en una situación de separación o necesario duelo, dichos espacios no recordarían tanto al amor perdido, dando espacios de asueto y de distanciamiento del dolor a quien está sufriendo el duelo en ese momento.
En el libro El futuro de la nostalgia2, Svetlana Boym nos habla de dos tipos de nostalgia: la restauradora y la reflexiva.
La nostalgia restauradora es una pieza clave de los recientes revivals nacionales y religiosos; afecta a dos parcelas fundamentales: el regreso a los orígenes y la conspiración. La nostalgia reflexiva no opera en un solo terreno, sino que estudia la forma de ocupar muchos lugares a la vez y de imaginar diferentes husos horarios; ama los detalles, no los símbolos. En el mejor de los casos, la nostalgia reflexiva puede llegar a plantear un desafío ético y creativo, en lugar de limitarse a ser un pretexto para la melancolía de medianoche. Esta tipología de la nostalgia nos permite distinguir entre la memoria nacional basada en una única parcela de identidad nacional y la memoria social, que está formada por marcos colectivos que delimitan la memoria individual, pero que no la definen.
A lo que también añade:
a primera vista la nostalgia es la añoranza de un lugar, pero lo que se anhela en realidad es un tiempo diferente.
y
El peligro que entraña la nostalgia es que tiende a confundir el hogar real con el imaginario. En casos extremos, puede llegar a crear una patria fantasma por la cual uno esté dispuesto a matar o a morir. La nostalgia irreflexiva engendra monstruos.
El problema, parece ser, que la tecnología y el desarrollo de las comunicaciones en línea no han facilitado los problemas sobre el duelo, el anhelo y la nostalgia: los han agravado. Los entornos digitales y de comunicación online no son solo herramientas de investigación o producción, también son herramientas de conexión, información, activismo e incluso desarrollo personal.
En la era de tecnología como vínculo ¿Por qué no intentamos atraerlo para generar una comunidad donde la salud mental y los cuidados premien por encima de los beneficios económicos?
El foco hay que ponerlo no en la herramienta en sí, sino en cómo se enfoca su utilización. El marketing directo e indirecto en medios sociales que alimentan la compra y el consumo compulsivos como modo de desconexión de la realidad y curación del speenl existencial, hacen que todos los espacios en los que ocupamos tiempo se conviertan en no-lugares a la espera de lo que pudo ser y no fue.
La proyección de la tecnología y su desarrollo en torno a la comunicación, la información y las relaciones sociales con la llegada, además, de inteligencias artificiales, hoy día puede ser infinita —ya que están en periodo de investigación y desarrollo—, hay una parte muy importante que puede automatizar ciertos procesos laborales. El ideal es que dicha automatización permitiese una mayor calidad de vida y desarrollo de labores más creativas a la población activa, pero ¿y si aplicamos una parte para que haya un acceso universal a la salud mental?
Durante 2021 me encontraba trabajando de manera remota para la última empresa en la que tuve un contrato de larga duración por cuenta ajena, la situación con la empresa a raíz de mi decisión y solicitud de prolongar el trabajo remoto a favor del presencial provocó muchas tensiones en las relaciones laborales. Sufrí mobbing. No me ponían en copia de los correos, me evitaban ciertas informaciones en las reuniones e incluso llegaron a desconectarme los ordenadores de fuente para que yo no pudiera acceder de forma remota a realizar mi trabajo. Fue muy desagradable. Tras la intervención de un equipo de mediadores y abogados, conseguí un trato con la empresa y finalizó mi relación laboral. Esta situación me provocó estrés, ansiedad y malestar general que yo di por finalizado una vez firmado el finiquito.
A las pocas semanas, conseguí un nuevo trabajo que me gustaba mucho y en el que también trabajaba de forma remota, era temporal pero un buen trampolín para redirigir mi carrera profesional y recuperar la ilusión. A los pocos días de empezar la formación noté que las cosas no iban como esperaba, mi capacidad de aprendizaje parecía bloqueada, tenía muchísima ansiedad cuando ocupaba mi puesto y las habilidades sociales y laborales que me caracterizaban no estaban presentes. ¿Qué me pasaba?
Hablé con una profesional y la respuesta fue clara: estrés postraumático, con el agravante de que mi memoria mamífera tenía asociado todo ese estrés al espacio físico donde desarrollaba este nuevo trabajo, una habitación de mi casa, ya que había sido el mismo espacio donde había desarrollado el trabajo anterior y donde había vivenciado el acoso laboral. La misma toma de conciencia ya fue un avance en sí misma, realicé algunos cambios en la disposición de la habitación, alterné espacios, me puse en manos de una profesional y es ahora mismo desde ese despacho donde ahora mismo escribo estas líneas sin ver alterada mi capacidad por esa experiencia traumática del pasado.
Las primeras personas que utilizaron el fuego se quemaron. Marie Curie falleció víctima de la radiación del descubrimiento que la hizo famosa. La herramienta, o su utilización, no tiene que ser un problema, pero sí los lenguajes y los espacios de desarrollo de nuestras relaciones en torno a ella. Tenemos que generar nuevos recursos para superar las posibles complicaciones que la inexperiencia en la utilización de esas nuevas herramientas puede derivarnos.
Citando de nuevo a Svetlana Boym:
La imagen cinematográfica de la nostalgia es la doble exposición, o la superposición de dos imágenes». Pero ¿qué hacemos ahora que tenemos que superponer cientos de imágenes que aparecen constantemente en nuestro sobre estimulado cerebro?
Uno de los factores más prácticos sería la creación de nuevos espacios para sanar este tipo de heridas emocionales. Ya existen profesionales que hacen diseños de neuroespacios, utilizando técnicas neurocientíficas sobre aprendizaje y atención y recursos del ideario Feng Shui para crear espacios de trabajo domésticos estéticos y con bajo impacto de distracción, para poder desarrollar de manera más eficiente tus tareas y que el cerebro esté más concentrado y genere menos fatiga y estrés.
En los entornos laborales—en algunas empresas ya se está investigando de forma activa— se podría usar el metaverso para generar espacios de reunión digital en ciertos momentos y evitar una huella única en la memoria de nuestro espacio físico a la hora de relacionar unos trabajos —y experiencias— con otros, desprendiendo el vínculo o carga emocional asociado al espacio doméstico.
Lo ideal, eso lo sabemos todos, es que, ante un duelo, nos desconectásemos de toda información relativa al mismo: bloquear perfiles, eliminar las comunicaciones, cerrar las conversaciones pendientes, tener responsabilidad efectiva en cualquier trato humanos. Pero esto no siempre es posible.
Vivimos además en una sociedad que tiene miedo a la tristeza, aprender como aceptar las emociones negativas y convivir con ellas de manera saludable y no patológica durante el tiempo que nuestro sistema límbico necesite, sería lo que nos haría más fácil y amable como sociedad el enfrentarnos a cualquier cambio o comunicación de desacuerdo.
La configuración opcional del propio algoritmo digital para evitar ciertas imágenes, comunicaciones o melodías también podría ayudarnos a no poner en el disparadero nuestro sistema nervioso en épocas que estemos atravesando algún tipo de dificultad. Básicamente, volver a aplicarlo desde su definición inicial, usarlo como un conjunto de instrucciones ordenadas y finitas que permite solucionar un problema en diversas áreas. ¿Por qué no crear una fórmula que permita un uso más consciente sobre él? Más allá de «aceptar cookies obligatorias y recomendadas».
En algunas partes del mundo aún piensan que las cámaras de fotos te pueden robar el alma. La sensación de control de los espacios digitales hará que la gente confié más en ellos. Entender, acerca y poder decidir, dentro de los marcos legales, de una forma mucho más consciente e informada ante ciertas situaciones, puede facilitar tremendamente la vida y sus relaciones a todas las personas usuarias.
Podríamos dar un paso más, y utilizar estás tecnologías de cuidado emocional digital para superar duelos y traumas más profundos.
El metaverso puede ser un buen sistema inmersivo para, mediante una preparación previa y con el acompañamiento profesional adecuado, ayudar a pacientes con traumas o duelos patológicos a desbloquear y reprocesar dichas emociones.
Un espacio donde, a través de la estimulación generada por la imaginación del paciente, pudiera revivir de manera controlada hechos traumáticos, verlos desde fuera y poder integrarlos para superarlos. Sería una técnica afín a la terapia de desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares (EMDR, Eye Movement Desensitization and Reprocessing) con una representación similar al método terapéutico de las constelaciones familiares.
El EMDR es un método de psicoterapia efectivo y ampliamente investigado. Ha demostrado su capacidad para ayudar a las personas a recuperarse de un trauma y otras experiencias vitales angustiosas asociadas a problemas de salud mental, como el estrés postraumático (TEP, trastorno de estrés postraumático), la ansiedad, la depresión y muchas otras patologías.
Las constelaciones familiares son un método terapéutico especialmente indicado para ampliar la comprensión de las relaciones que se dan en el seno de una familia, así como para tomar consciencia de determinadas dinámicas transgeneracionales que se repiten en una familia a lo largo del tiempo.
Una combinación de ambas herramientas en un escenario recreado, podría ser una manera de utilizar el metaverso con fines terapéuticos para mejorar la salud mental y la calidad de vida.
Mediante la reproducción de un recuerdo, tu cerebro puede posicionarse ahí y sanar esa herida. La memoria y las sensaciones almacenadas en el cerebro no entienden del pasado, ni de futuro. Entienden de procesos completados y cerrados. Un metaverso donde tú puedas reconstruir mediante metadatos y un prompt de recreación de recuerdos traumáticos puede utilizarse para sanar desde la psicoterapia y la neuroeducación.
En el clásico de ciencia ficción clásico Pórtico, de Frederik Pohl3, un ex explorador del futuro llamado Robinette Broadhead rememora durante sus sesiones de psicoanálisis sus experiencias extraterrestres. Su analista es una IA, Sigfrid —bautizado así por Robinette—. En la novela se intercalan fragmentos de lo ocurrido en el pasado, cuando Robinette era prospector en Pórtico, y del «presente», cuando en sus sesiones va sacando a flote sus numerosos traumas a pesar de sí mismo. Esta IA recrea según sienta el estado de ánimo de su interlocutor, los espacios y temas a tratar con el mismo.
Quizá, y para cualquiera que haya asistido a terapia alguna vez, esta forma de entender este tipo de tratamientos es insuficiente, pero ¿qué tal algo similar para una primera valoración o para situaciones de bajo riesgo, estrés o herramientas contra la ansiedad con la supervisión periódica y actualización de protocolos por parte de un ser humano?
Por ejemplo, utilizar algún receptores o generadores de comunicación con IA como asistente de acompañamiento, puede ayudar a personas que pasan mucho tiempo solas sin hablar con nadie a tener mejor calidad de vida, pequeñas conversaciones, juegos de memoria o de ejercicio físico o mental asistido con sensores, puede hacer que junto con la asistencia humana esas personas se sientan acompañadas y atendidas fuera de riesgo durante más horas al día.
¿Quién no ha jugado al solitario o al buscaminas durante horas con un ordenador? ¿Quién no ha cuidado un animalito digital en alguna red social o en un Tamagochi? Este tipo de sencillas rutinas mejoran la memoria y el orden mental para algunos tipos de demencias iniciales. No hay nada de malo en la utilización de cualquier recurso que sirva como complemento a la mejora a la calidad de vida, siempre y cuando no se descuide la asistencia humana y el trato respetuoso, que pude ser más detallado si ciertas tareas o dotaciones repetitivas o administrativas pueden realizarlas las máquinas.
Las relaciones entre lo humano o lo posthumano o digital deben verse como relaciones poliédricas, que se complementarán y acompañarán en distintos ámbitos de la vida, sin que por ello necesariamente implique la predominancia de unas con respecto a las otras. No es la herramienta, es saber usarla y acogerla de manera óptima en nuestras necesidades o citando a Zizek4:
El peligro no es tomar a un chatbot por persona, sino que las personas hablen como chatbots.
Utilizamos lo digital para mejorar nuestras rutinas, nuestros duelos y poder aceptar la pérdida y la muerte como parte de la vida, aprender a vivir con la tristeza como un sentimiento más, acogerla y aprender a ser felices de nuevo y no quedarnos mirando el móvil pensando en todos los memes que te envié.
ALICIA SANTURDE GÓMEZ trabaja en el campo del marketing digital y la comunicación editorial. Ha publicado relatos en la Revista Exocerebros y en el libro colaborativo Contaminación Futura IV editado por Mig21 editora, entre otros. Participa en el libro (h)amor 8 de la editorial Continta Me Tienes. Dirige el blog de estudios culturales y digitales Killed by Trend. En Instagram y X (Twitter), @alicia_santurde
Alumna de la II Promoción de Estudios de Futuros: Ciencia Filosofía y Ficción.
© Alicia Santurde Gómez. Todos los derechos reservados.
K- punk, A fairground´s painted swings, 24 de febrero del 2005, disponible en k-punk.org. Incluido en el libro K-Punks Vol. I, editorial caja negra, 2019. Traducción Fernando Bruno.
El futuro de la nostalgia (A. Machado nº 38), Svetlana Boym.
Pórtico, de Frederik Pohl, primera de la Saga Heechee, edición de Nova (2017), que reproduce el dibujo del artista peruanoBoris Vallejo para la edición norteamericana de St. Martin’s Press (1977).
Slavoj Zizek sobre la Inteligencia Artificial: "El peligro no es tomar a un chatbot por persona, sino que las personas hablen como chatbots"